Por Michael Sixto
Lo que voy dejando detrás de a ratos parece no contar, como la niebla que se nos pega a la cara en madrugadas efímeras. Lo que voy dejando detrás es viejo y trae fecha de caducidad, pero cuesta hacerlo a un lado. Desecharlo de inmediato es difícil porque los olores del ayer intoxican, nos desarman, nos dejan finalmente desnudos. Lo nuevo siempre es mejor, dicen esos que saben de cosas nuevas. Lo absurdo del tiempo; resistirnos a su abrazo. Lo que voy dejando detrás es magnífico a los ojos de otros que a su vez van descartando cosas propias… olvidadas detrás. Es un juego interminable que cuesta descifrar. El enigma de los sucesos y los sucesos mismos en un interminable intercambio, nos regalan la frescura con la que hemos de disfrazar esos deseos de novedad. Cualquier cosa por negarnos esa seguridad de arrastrar lo “anticuado” como si fuera posible recomenzar cada mañana con cada nuevo sol. Como si de verdad quisiéramos ser ese ente vacío que solamente propone porque aun sus palabras no alcanzan afirmar.
Lo que voy dejando detrás de a ratos parece no contar.