Por Michael Sixto
Crecen yerbas en estas grietas por las que escapo. Altas y enmarañadas se irguen como mástiles mustios el minuto primero de una guerra acabada en la que no han quedado banderas que hondear. Las derrochadas paredes no ofrecen resistencia y yo aprovecho el humo de los vencidos para seguir avanzando. Hubo un tiempo en que creí que perduraría mi estancia, pero no duró. Hoy, sin maletas hechas emprendo una vez más el camino por entre finísimas rendijas por las que ya no penetra la luz. Y así, mas por desgasto que por valentía, me voy fundiendo a un abrazo que no es de caricia, ni siquiera de compasión. Crece y crece a mi paso esta maleza nueva y la tierra me va saludando en lo que me fundo en sus entrañas. Cuando las piernas se me hacen raíces y destrozan las piedras rajadas el silencio se hace infinito y es ensordecedor ya no escuchar más. Así, finalmente me suspendo a descansar. Las yerbas frescas me han hecho detener cuando estaba a punto de escapar.