Mi abuelo le tenía miedo a la muerte… mucho miedo. Las pocas veces que hablamos de eso (prefería conversar de cosas y gentes vivas) me lo hizo entender de la única manera que sabía: “¡muchacho no hables de eso!” y yo me reía de verle el susto que se le salía por los ojos desorbitados. Mi abuelo era la persona más bue
na que jamás he conocido y quizás todo el mundo piense eso de sus abuelos, pero el mío era de verdad un pedazo de pan. De esos que se quitan lo que tienen para darles a los demás. Por ser quizás el primer nieto nacido del primogénito, de alguna manera, quiero pensar hoy, teníamos él y yo una conexión especial que nunca perdimos con los años. Ni siquiera cuando me fui de Cuba y no regresé hasta muchos años después. Mi abuelo me quería mucho. Me quería de la única manera que sabía querer; sin decir palabra alguna pero con un brillo en los ojos que expresaba mucho más. El mismo brillo que, dicen, también delato yo cuando algo me hace feliz. El mismo brillo que también ha heredado mi hija, que de a ratos se me antoja muy parecida a él por la bondad con que se proyecta ante las personas. Yo también le quería mucho, no solo por ser mi abuelo, sino por ser la gran persona que siempre fue. Entregándole todo a los suyos sin vacilar. Nilo Miguel Sixto Martinez. Ese es su nombre y hoy ya no está entre nosotros. Tenía ochenta y cuatro años. Lo recuerdo siempre bien rápido porque son casi cincuenta más que yo. En unos días iba a cumplir ochenta y cinco. Mi abuelo le tenía miedo a la muerte… mucho miedo, pero ya no importa. Hoy ya no me rio de su susto (más bien todo lo contrario) cuando me doy cuenta que ya nunca más le veré y lo mucho que lo voy a extrañar.
Nilo Miguel Sixto Martinez
26 de Septiembre 1931- 24 de Agosto 2016